Capítulo 3
Puedo sentir entre mis labios la textura del caramelo y el colorido sabor del sol, un humo se expande e inunda la habitación. Recuerdo exactamente la sinestesia de tu ausencia. Fue una desaparición precipitada. Supe después por tu pedido de disculpas que había sido ocasionado por una especie de aventura, o un vínculo sexo afectivo que se pasó de revoluciones, o un gran amor como el que nunca pudimos ser. La cuestión con tu ausencia es que fue precipitada y extensa, dos cosas que, por lo general, no aparecen simultáneamente. Ese Do sostenido que fue tu pronta desaparición tanto material como digital vibraba como las cuerdas de un barco, sinuosas y estrepitosas. Todo lo que hacía en ese momento adquiría sentido por la simple razón de que vos no estabas, Gloria. Como no está ahora tu nombre en mi relato, como si se tratara de una forma tácita o, incluso, contradictoria. El sabor de tu ausencia era de color marrón, pero no un marrón terroso sino más bien el marrón de un abismo. Ese marrón-abismo se volvía oscuro con el paso de los días. Tu ausencia sabía entonces a un marrón que se oscurecía y yo extrañaba tantos los dulces amarillos-patito que me habían regocijado de alegría. Extrañaba esos sabores color rosa que se sentían como las nubes del atardecer o los algodones de azúcar carmesí porque decir vermelho sería decir otra cosa. Cuando vos no estabas yo hacía todo lo correcto, me gustaba mi trabajo, me iba bien en los estudios, escribía increíbles poesías, pero todo eso no es la vida, Gloria. Todos esos éxitos concatenados eran otra cosa. La vida son las horas sin vos y sin voz. Silenciosas y doloridas como un piano desafinado. La vida sin vos, Gloria, era perfecta y perfectible hasta lo malicioso, lo metafísico, lo ideal, lo platónico. Ahí estaba el riesgo. Imagínense la tristeza de un mundo en el que absolutamente todo salía bien. Ahí radicaba la contradicción que referí anteriormente, cuando lo perfecto se hace vida, se hace muerte. La vida es dolorosa porque si no sería otra cosa. ¿Qué es esa otra cosa perfecta perfectible y que le llaman muerte? Me he transformado en el mejor editor de mi propia obra escrita. El intérprete más lingüista y semiótico que se pudo concebir. Escribo lo que mi mente piensa casi sin esfuerzo, a través de una ventana abierta hacia los recuerdos imprecisos y, por ello, más reales. Reales, realidad, realeza, reliquia, remedio, respuesta. Siento el humo ahogar la habitación y mis pensamientos se atropellaban en la suave luz de la ventana abierta. Escribo lo que puedo para narrar metafóricamente otro cuento. El año sin vos fue eso, la contradicción gritándome en la cara con una mordaz rutina sin sobresaltos.
Escribí mucho cuando vos te fuiste. Escribí, por ejemplo:
Llegaste sin pedir permiso, como el viento del sur,
o como la navidad cuando éramos niños,
o como el sueño después de varios vinos,
así sin avisar, sin pensar que llegarías,
nunca.
Es tu forma de comunicarte, porque ahora,
ahora que te fuiste me dejaste repleto de tu silencio,
y no es frío, y no es quieto, tampoco es triste,
es el mismo sabor, los mismos colores que tu cielo,
eterno.
Trato de interpretarte, pero es una lengua que no hablo,
intento escucharte y allá lejos, tu voz, no me dice nada
todos mis sentidos palpitan preguntas, llueven
afuera tus pecas, tus ojos son nubes que lloran,
tanto.
No voy a decir que te extraño, ni que te quiero, eso nunca
fue necesario cuando estabas cerca, cuando estabas dentro,
ahora tan afuera, tan externa a mí, sobran las palabras
y escribo con el único objetivo de que escuches
cuánto faltas.
La poesía, como el arte en general, aparece como la simbiosis perfecta entre capacidad intelectual y el lenguaje. Se reemplazaban todos los placebos de la Lengua y se somatizan los verdaderos sentidos estésicos de la experiencia. La poesía me traía a vos y yo tan sin mí me convencía. Me decía que volverías porque lo nuestro no tenía sentido, por eso, la vida es así un extraordinario sin-sentido. Como ahora, yo escribiendo esto y extrañándote cuando te pedí que no nos hablemos más. Te extraño y te evito, te quiero y necesito, te amo y te ignoro. Esa contradicción es la vida, es tu recuerdo, es el arte, es el cuero, es la escritura, es la música, es el vuelo de Juan Salvador Gaviota, es el vuelo de todas las aves, es el azur de Darío, es la esperanza de José Arcadio Buendía, es un cofre, es Melquíades, es Ítaca, es Perseo, Odisea y El Éfeso, es un Borges, un Quevedo, un Góngora y también es un Morfeo. Es toda la contradicción que rodea a la lógica y es un vacío existencial en el cuerpo de un ser existente. Es una canción de Xuxa, es una orquesta, es la naturaleza, es el texto, es el tejido, la muerte, los huesos y la fantasía de darle sentido a esto. La poesía te traía cerca mío y te mostraba a cien kilómetros, me gustaba la cercanía de tus versos, en mi boca, esos besos a la ceniza, al humo, al fuego. Es la puerta que me abriste en aquel momento, con todos los fortuitos acontecimientos que significó tu presencia, tu juego. Te salvé de un infierno y me llevaste al cielo, yo sin alas caí estrepitosamente al poco tiempo. Es increíble que la poesía me traía tus recuerdos a través de los regalos y de tu ausente presencia.
Escribí sobre el regalo, por ejemplo:
La manifestación del recuerdo, el disimulo del olvido,
el compromiso, la ostentación, el mandato,
un gesto, menos que un abrazo y más caro,
a los ojos del valor de uso, del valor de cambio.
Un intercambio de agradecimientos, un caso
único de extensión del cuerpo en otro cuerpo,
un objeto con carga emotiva, el ocaso
de la búsqueda implacable del qué le gusta.
Un pedazo de nostalgia, una interesante cosa
que prevalece ante la distancia y la ruptura,
una molestia, una espina, un objeto sin culpa
pero que en su presencia supone la leve tortura.
Aquí hubo, ahora no hay, antes estabas y no sabía
que no estarías y me dejaste un recuerdo claro
"aquí no estoy, pero acá se encuentra mi presencia
que no puedes tener, personificada en un regalo".
Porque los recuerdos son lo único que tenemos para nosotros mismos. Las cosas materiales se desvanecen en el aire porque somos seres ficcionales. Allí, la materia no tiene lugar, pero las fuerzas sinápticas sí. Todo recuerdo forma parte de aquello que somos, todo lo material forma parte de aquello que no poseemos. El recuerdo es un recurso inescaso. Por lo tanto, el arte como ventana es interminable. Allí en lo que somos podemos transmitir lo que pensamos y sentimos. En el mundo material solo compartimos las acciones de lo que hacemos. Una mera técnica representativa, un mal teatro, un pésimo imitador. El recuerdo es nuestra herramienta contra el olvido. Por eso recordamos y no morimos, porque la memoria es una forma de estar vivo. La vida de los muertos está puesta en la memoria de los vivos. Así que mi recuerdo sos vos, Gloria, y por eso es que sos mía, aunque nunca lo fuiste, aunque nunca lo seas. Yo quería ser tuyo como el señor Castel era de María. Yo quería que seas nuestra, con todas mis facetas y mis rostros. La del filósofo, la del escritor fantasma, la del intelectual, la del estudioso. En todas mis facetas te recuerdo. En todas mis dimensiones te persigo y te tengo conmigo. De todas formas, te fuiste.
Te imaginaba lejos mío de mil maneras; casada y con hijos, soltera y empoderada, te imaginaba también mojigata y santa, pero también alterada, rota y solitaria. Te imaginaba de muchas formas sin mí puesto en tu camino. Imaginaba una vida carismática, de mil amigos y de fama, pero de pocos momentos dolorosos y reales que te traigan a tu casa en plena Ciudad de Buenos Aires. Un campo en medio de la fiesta del cordero y la distancia hasta el rancho creado en plena Ciudad de Buenos Aires. Ayacucho e Independencia, dos costados de la misma realidad imaginada. Te imaginaba de mil formas, pero nunca a mi costado. Yo no era tu realidad, era un recuerdo, otra parte de su ser, otro modo de existencia, algo nuevo y modificado en su resguardo. Te imaginaba sin mí como en un poema de Darío, un golazo de Roberto Carlos. Te imaginaba como el cisne bajo el azul del cielo, como un zurdazo de Falcao y el travesaño de Forlán en el verde terciopelo. Te imaginaba como la prosa perfecta de mil versos, como la literatura de la letra t de littera, de letra. Te imaginaba como el cuento que quiso ser novela, como el queso sin sal apetitoso, como el verbo amar en infinito sin poder dárselo a esa persona de la segunda persona del singular. Gloria, te imaginaba de mil formas todas amorfas y sintéticas como un poema de Homero, intrincado como un camino recto y profético como el recuerdo ajeno. Ay de mí, Gloria, por recordarte de formas tan extrañas, en medio de mis entrañas una imaginación de profe de gimnasia, lleno de siluetas y de poses, de ideas muy esbeltas, muy sinuosas, como la arena de Marruecos, como la sal del desierto del Sahara, como los sabuesos de la sabana, como los versos de Garcilaso de la Vega, como los relatos en medio del pantano de Quiroga, como una entelequia filosófica de Ortega y Gasset, y de muchos otros. Como la arena movediza fija en medio de mis labios, como aquel cigarrillo de tabaco que no era cigarrillo, ni tabaco, como la paz de nuestro encuentro, en el medio del olvido, sin atajos. Así te imaginaba y te recuerdo, así sin mí y con vos sola y unos cuantos. Así, toda la vida que pasó desde que te fuiste, en tan solo un año, que se sintió como el infinito, que se sintió como un espanto sordomudo y sin el sentido del tacto, ciego y también loco, así se me pasó ese tiempo de tu ausencia y de todos mis "te extraños".
Así te imaginaba, exactamente así:
Después de vos cualquier horizonte es un absurdo
al cual no quiero acercarme, no necesito de nuevo
darle la vuelta al mundo entre dos almohadas
o entre dos abrazos, o en cuarenta y cinco minutos.
Después de haberte conocido ningún cuento,
tiene finales alternativos, ni personajes nuevos,
ni villanos, ni relato, ni historias que narrar,
son todos y cada uno la repetición del primero.
Después de quedarme entre tus dedos,
no hay manos que puedan contenerme
porque me caigo a propósito y me deslizo
para buscar una vez más la adrenalina. Tuya. Mía.
Después de lo que nos hicimos ya no quiero
hacerme, deshacerme, reinventarme
quiero aferrarme al recuerdo de quién fuimos
aunque seamos lo que hacemos ahora mismo.
Después de aquella interminable victoria
yo no puedo sentirme derrotado, he ganado
todas las batallas que me pesan en la vida
después de vos solo queda, de la gloria, la agonía.
¿Lo ves, Gloria? Te recordaba, te imaginaba, y también otro verbo en -aba. Ahora lo ves, Gloria. Ahora lo ves y yo tuve que aceptar que te enamoraste. Cuando volviste me dijiste que habías estado con alguien. ¿Te enamoraste, Gloria? ¿Te enamoraste como no te había pasado conmigo? ¿Te enamoraste de mí alguna vez? ¿Te enamoraste alguna vez? ¿Gloria?
Acepté completamente tu respuesta y quisimos volver a ser amigos. O lo que fuera, o lo que quede, o lo que sea. Fuimos amigos y volvimos a los besos, pero ahí ya no había ceniza de ningún fuego. Como ahora mismo que el humo se ha esparcido y los dolores regresan a la vida para darnos aliento. Me desespero por explicar tu ausencia y tu regreso. Fue tan duro entender que nunca regresaste, porque nunca volviste a ser vos, Gloria. Nunca volvimos a ser nosotros, solo había un difuso recuerdo, una fantasía de imaginarte ahí conmigo y un absurdo no-regreso. Yo hubiera preferido que no regreses nunca, ¿para qué' si no ibas a volver. Una despedida, el último beso y a otra cosa. Me supe recuperar de otros amores intrincados como este. Me supe reponer y seguir mirando el horizonte. Ahora no había horizonte, todo era círculo, redondo, espeso. Ahora todo era fantasmagórico, hebreo. Ahora todo era nublado sin velos, pura verdad disfrazada, creo que necesito besar una vez más el fuego.