Galo mira por la ventana. Hay palomas que se balancean sobre un cable bajo el enorme cielo azul. Galo sueña con tener alas y poder salir a cazarlas. Maúlla al vidrio de la ventana cerrada como un imposible. Él quisiera salir a volar con las aves. Hacer su vida de gato flotando en el aire, perseguir las palomas saltando de una nube a otra, esconderse agazapado junto al viento y abalanzarse sobre ellas sin miedo a los abismos. Pero Galo las observa a lo lejos limpiar sus plumas y se queja con un maullido apagado. Le explico que no puedo abrir esa ventana. Confío en él, pero tengo miedo.
Tuve una gatita, su nombre era Tatiana. Le dejaba las puertas y ventanas abiertas. Ella paseaba todo el día y volvía por las noches. Era gris y con mucho carácter. sin embargo en alguno de esos largos paseos algo cambió dentro suyo. Sus pulmones se llenaron de líquido, pasamos un fin de semana aterrador en urgencias. Nunca esbozó un solo quejido. Ya hace más de un año que Tatiana tiene alas. Salta de nube en nube jugando con los pájaros, pero no puede hacerles daño. Ella se agazapa junto al viento y ya no le teme a los abismos.