Nunca supe realmente. Antes pensaba que lo sabía. Y digo antes refiriéndome a hace muchísimo tiempo. Incluso antes de que comenzara esto de escribir. Cuando ocurría el tedio yo quería haber sido un aprendiz de músico. Me hubiera gustado haber podido malgastar mi tiempo en la excelencia que compete a una materia tan dedicada como es el arte de la interpretación musical. Cuando luego quise aprender el oficio ya era demasiado tarde, demasiado racional, demasiado poeta. Entonces me sumergía en los libros de narraciones fantásticas. Por el simple hecho de sentir algo. Creo que ese es el fundamento primordial. Intentar sentir algo. Como si fuera que la vida no es tal cosa si no se siente algo. Si no estamos sumergidos como un pez en un ambiente estéril. Empecé a escribir con el anhelo de sentir algo, aprendí de métrica, memoricé a Garcilaso, conté versos, estrofas, sílabas. Más tarde, descubrí el conocimiento, la lógica, la argumentación. Me enfermé de pedantería. Me convertí en un muerto vivo entre los sabios. Quería abarcarlo todo y eso era imposible. Un sabio lo sabe. Aprendí, en cambio, cuánto ignoraba. Empecé a sentir alivio y paz. Otra vez me volqué a la búsqueda. Seguí sin entender por qué. Nunca me lo había preguntado. Comencé entonces a beber para sentir algo. Me enamoraba para sentir algo. Me proponía metas para sentir algo, pero nunca las cumplía. Trataba de sentir algo todo el tiempo. Intentaba que mi cuerpo se llenara de júbilo. Intenté conocer los límites de mi fuerza, de mi memoria, de mi paciencia. Me llené otra vez de literatura. De mala literatura. Escribí toneladas de basura. Rescaté también algunas hojas. Pero con el tiempo se olvidaron, perecieron bajo la sombra del descubrimiento de nuevos horizontes. Pude viajar. Tuve la dicha de observar el enorme cielo estrellado. Me sentí minúsculo. Pude sentir, entonces, algo grande. Pero lo olvidé enseguida, apenas había enjugado las lágrimas. Siempre perseguí el porqué de todas las cosas y al final pude darme cuenta de que lo hacía sencillamente para sentir algo. Imagine ser un pez que nada a favor de la corriente. Ser ese pez que se deja llevar por la vida hacia aguas más cálidas. Sin someterse nunca al desafío. Por eso todo lo que hice fue apenas para sentir algo. Como si fuera posible dejar de sentir. Yo quería entonces sentir algo. Para decir que estoy vivo. Para decir que tengo algo que decir cuando escribo. Y no pensar, en cambio, que es todo en vano. Que en vano son estas líneas, que en vano son estas lágrimas, que en vano ha sido toda la vida. Yo quería saber el porqué de lo que hago. Quizás era simplemente para sentirme vivo. Nunca supe realmente.