Habiendo fumado me trajo el pensamiento libre sin ataduras el recuerdo del potrillo. Ese potrillo en el trabajo de mi papá cuando yo era solo un niño. Ese recuerdo se asoció a la emoción de soledad. Cuando me siento solo duele la patada del potrillo. Pero no es sólo una patada. Es un trauma, un dolor profundo que hay que desanudar. Para que deje de doler y podamos ser libres. No atar emociones a recuerdos tristes. Eso hace un analista. Eso que la droga hace por sí sola como inundando los barcos para que los nudos se deshagan solos por efecto del tiempo que lo afloja todo. Qué difícil es escribir bajo el agua. Hago un esfuerzo intelectual enorme. Todo por dejar estas líneas lo más claras posible. Sé que es imposible la traducción exacta, pero confío en mi inteligencia. Es una especie de armadura que me lleva a los rincones escondidos del pensamiento. Cuanto mayor capacidad, más profundo podemos meternos y sacar cosas escondidas. Ahora, por ejemplo, la puerta se cerró, pero nos zambullimos en un océano. Recuerden que somos una coma, allí radica un nuevo leitmotiv, una verdad universal a nuestros sentidos. Una nueva ventana en el barco. Con las luces encendidas y mirando hacia adentro del afuera. Suena una serenata de concierto y nos lleva a navegar por aquella mente de quién suscribe. Todo es ahora música y silencio. Esta vez no hay metáforas. Así es el universo.