Tomé el lápiz y regresé a tomar el timón de un barco que navegaba a la deriva. Lo dirigí directamente hacia los leves estímulos del viento huracanado que provenía del mar, ese mar espontáneo, ese mar espumoso y fuerte, y cálido. Ese es el mar de mis sentidos, y de mis pensamientos, y de mis sonrisas, y de mis ritmos y mis escritos... El mar que se acerca entre líneas hacia mis versos, que tomaban color un color grisáceo como la mina de mi lápiz, pero lleno de colores ¡Tan lleno de colores! como cuando ella se hace presente en mi presente
¡Ella! Quizás algunos no lo sepan, pero no importa... solo ella y yo sabemos perfectamente quién es. Ella, la que marca la saturación del histograma en cada fotografía. Ella, la que opaca los arcoíris del tamaño de diez montañas. Ella, la que le da ese brillo tan particular a mis discursos escritos. Ella, la que le otorga la melodía perfecta a cada uno de mis poemas. Ella, la que posee las siete notas musicales en su bello semblante. Ella, la que con su voz emula cien flautistas distantes y a Chopin y a Mozart y a Beethoven en su gran piano y es tan dulce como la Sonatina o la Serenata de Schubert y aún más dulce que la historia de amor de Shakespeare apasionado. Ella, la que hace retumbar ese tamborcito rojo en mi interior. Ella, la que con un suave susurro de palabras hace llover estrellas en mi habitación. Ella, la que con su tierna, pero firme mirada puede hasta paralizar tu corazón... es ella, tan solemne y espontánea, y tan frágil y tan fuerte ella, tan dulce y tan ardiente, artista del amor y mujer valiente.
10-07-2013