Nos encontramos en un café. Conectamos rápido a través de chistes inocentes e imaginando narrativas bobas a nuestro alrededor. Como cuando te dije que ese chico está sorprendido de que asesinás personas. -Seguramente nos está escuchando -respondiste. Nos divertía inventar historias. Tanto que inventamos una muy intensa entre nosotros dos.
Tan solo un fin de semana fue suficiente para ser íntimos, para dejarnos llevar hasta el límite, para amarnos sin esbozar una palabra. Te veía etérea; me hablabas de ilusiones y de tiempos efímeros, de mañanas, de sosiego. Nunca te creí, probablemente porque juntos se desmoronaba el tiempo. Seis horas eran cinco minutos, dos días a la semana eran fechas que no llegaban nunca. Cuando la luz se apagaba me enseñabas las nubes, el cielo, me creía un pájaro, me refrescaba en el aire, navegaba un espacio desconocido, volvía únicamente a través del éxtasis de un final anunciado, a la mañana siguiente, para encontrarme ahí mismo, a tu lado, como la noche anterior. Fueron meses.
Al mismo tiempo que sucedía lo narrado, resulta que nos encontramos en la boca del subte. Tomamos una merienda y sonreíste. Caminamos por la calle Corrientes, te acompañé a casa y me besaste tan lentamente, que pensé que todo se había detenido por completo. Un poco fue así, porque desde ese momento el tiempo se sucedió infinitamente más rápido, como para compensar. Llegué a casa y te confesé que todavía quería estar ahí besándote, nos vimos, fumamos un jardín y conocí el desconcierto por primera vez, te besé o no te besé (no estoy seguro), nos acostamos o no nos acostamos, deliramos y la panza hecha de nubecitas, más tarde nos fuimos al país de Alicia, nos vimos más de dos veces por semana. Te pedí que seas mi novia y te negaste rotundamente. Un día desapareciste.
Entre estas dos historias se sucedieron meses de idas y vueltas. Me recuerdo desdoblado, multiforme, duplicado, variante, inconstante, deshonesto, gemelo, agotado, repetido, repetitivo, alejado y cerca, junto y distante. Me recuerdo salir corriendo para ir a descansar, y descansar muy bien para luego poder volver a correr. No me cerraban los relojes, se me rompían las rutinas y se distorsionaban las respuestas, las charlas me resultaban reticentes, las conversaciones mutaban de una cátedra a un aprendizaje, a veces dudas y, otras, experiencias, por aquí esperanza y por allí nostalgia pura, dos mundos confrontaban. De a poco vencía, como en la naturaleza, el vigoroso, joven y diurno. Pero siempre estaba ahí, el paciente, constante y nocturno.
Luego de estas dos experiencias simultáneas intenté reconstruirme. Encontré la calma con muchos poemas de despedida, pero no volví a escribir. No tenía nada que decirte, pero exactamente antes de dormir tu recuerdo me interpelaba. Mezclé temas y estilos, eliminé notas, desdibujé sentidos, materialicé ficciones e inventé recuerdos. Publiqué mucho, pero ya no leí a nadie nada. Me encontré despierto con los ojos cerrados, me dormía con los ojos abiertos. Viví un verosímil que nada tenía que ver con lo verdadero. Se me cayeron todas las instancias del amor y racionalicé cada uno de mis sentimientos, los podía describir exactamente como cualquiera hubiera querido, convencía, tenía una lógica descomunal, deductivo, inductivo, con tablas y hasta con experimentación, pero ya no quería a nadie. Ya no podía querer porque la forma en que quería querer había sido desprestigiada . Me convencieron de todo lo contrario. Y ahí estaba yo con mi verosímil, aquello que se parece a la verdad. casi una mentira.
Los últimos días volvimos a hablar, nos besamos, dormimos juntos, pero no volviste. Nunca volviste. Me dijiste que seamos amigos y yo no pude caretearla. Tenía tantas ganas de estar en vos que te mentí cuando dije que sí, y más tarde fue insostenible. Habían sido demasiados meses de mentiras, de actuaciones, de simular que no pasaba nada. Y como nunca volviste esta vez me fui yo. Así terminó la segunda historia.
Cuando terminó el verano, también pasó el huracán. Las ruinas no me parecieron tan terribles. Me puse a escribir entre tanta ruina y lo voy aprovechando para hacer algún que otro relato, alguna que otra poesía. Si un día olvido todo lo que sucedió quizás estas líneas puedan hacerme sentir lo que es navegar un océano de vivacidad en medio de un huracán de sensaciones. Y así terminó la primera.