A veces las mujeres exageran en cuanto a su belleza, entonces uno no espera encontrarse algo tan noble en un día que parece ser muy corriente y común en su vacía vida sin abruptos cambios ni situaciones subversivas que lo conviertan en un protagonista de la aventura ficticia de un libro literario.
Pero ahí está ella, apareciendo sin avisar, sin sospechar que con sus ojos puede derrumbar un latido y dejarlo sin ecos en cuestión de segundos, ignorando que su boca es del color del fuego, arrasando la mente de quien intenta ser cuerdo ante tal sensualidad y ella, nuevamente, simplemente se lleva por delante nuestra capacidad para tolerar la realidad, una realidad tan omnipotente y cegadora que lastima a quien no está adecuado a ver a los ángeles de la Tierra, ni a las sirenas de la ciudad, ni a las Diosas de la humanidad.
Avanzan como si no pudieran matarnos con su beldad, nos lastiman con su alegría y asesinan con sólo una sonrisa. Uno intenta resistirse pero no puede, cae a sus pies y nostálgicamente admite la derrota. Entonces ellas no entienden y se ríen, sólo para acabar con nuestra congoja, para sumergirnos en la vergüenza de quien es incapaz de ser inmune a sus condiciones humanas. Tan humanas como nosotros. Duele.
2013