Fuiste, sin ninguna duda, la pregunta
más original de todos los comienzos.
Tu mirada se iluminaba con la noche,
me aprendí en un momento
cada uno de tus gestos.
La noche estaba fría, pero tus manos
entibiaron el azur del cielo.
Las horas se hicieron trizas,
la madrugada nos halló quietos.
Tu boca se hizo amiga de mi boca,
todos los besos que antes no me diste
los pusiste al día en un solo parpadeo.
Tus manos me encontraron
sin nunca haberse antes buscado.
Y dormir se convirtió en un sueño
del que nunca despertamos.
El alba nos dijo que era tarde,
no le hicimos caso y continuamos.
Aquella primera vez
fue la última despedida.
Todavía tengo atorado un te extraño
y el hasta siempre que nunca
confesamos.