Aproveché para escribir de todo
es que hace rato no entraba en esa
hablo de la sensación de enfocarse
de perderlo todo, esa sensación
que no es buena ni es mala.
Es solamente el mandato inevitable
de la escritura en automático,
ese momento en que todo duele anestesiado
en que todas las sensaciones son una
y se multiplica por mil de cien maneras
para terminar en un mismísimo punto
de placer inconmensurable, roto y nuevo.
Entonces uno se dice ahora sí, y escribe.
Pero ahora no, y borra, y empieza de nuevo.
Como un dibujo, como un ánimo
que no sabe volar y nos pide
dulcemente, con cariño,
que lo acurruquemos en palabras
y le demos sueño.