Se interpone, se eleva, se presenta y no puedo verlo, sentirlo ni tocarlo.
Miro tus ojos y son cristalinos o es el aura infinita del reflejo
o es la distancia que pone ante nosotros el muro de cristal que siento si me alejo.
De cerca, no se observa, es invisible, casi diáfano, etéreo,
es tu estrategia, tu don, un desafío a una suerte de héroe griego
que habita este lado del camino y se embarca en la aventura de sus sueños.
El cristal es frío, irrompible y trae consigo efectos impensados,
tu cuerpo por momentos lo atraviesa y se acerca a descansar sobre mi pecho,
pero en cuanto trato de pasar al otro lado
me repele, me evade, me deja dentro de un mundo terrenal y de silencio.
Al parecer no es tiempo de Odiseas ni de Ítacas, no hay Penélopes ni Zeus,
es Cronos de sosiego, de lecturas, de más tiempo.
Me quedo de este lado del muro cristalino observando un imposible,
cada tanto se rompe a consecuencia de la fortuna del deseo
y me quedo muy cerquita, muy atento a que quieras regalarme
la oportunidad de ir del otro lado, de brindarme tu consuelo.