Ni una palabra, ni un te quiero, ni una sonrisa, ni un gesto.
El silencio mismo de la distancia, la pregunta que sale de tus ojos,
que llega hasta mí como una duda, como un soneto,
que no sabe de estructuras, de rimas, de poética, de versos.
El eterno resplandor de lo secreto, lo guardado, lo oculto, lo bello
de tener que estar jugando, lo feo de un juego que pone en jaque cada sentimiento.
Un barquito de papel, hecho de un volante en un paseo, y un regalo,
un presente, un objeto estacionado, sin matices, en la mesita de luz lo dejo,
cual breve recuerdo que me dice que ahí estuviste, que me quisiste,
que acompañaste por una noche mis sueños.
Y a los pocos días de tu estruendoso silencio y de risas desmedidas:
una pregunta, una duda, un gesto: "¿Tenés todavía mi barquito?"
Navega mi mesa de luz junto a la esperanza de un posible y gran reencuentro.