Quiero invitarte un café.
Hay un mundo semántico en esa frase.
No digo que vaya a invitarte, solo es un deseo.
Y quizás se desea el deseo y no el objeto del deseo, como dicen los analistas.
Un café porque quiero despertarme, quiero dejar de soñar.
Animarme, sentir un aroma a extensa tierra y a sol,
dejar de lado el frondoso aire de imaginarte que ya me asfixia.
Quiero invitarte un café también genera otros sentidos,
como querer conocerte, escucharte, escribo y borro "hablarte",
porque, en verdad, quiero escuchar tu voz.
En mi cabeza y en los textos hablo mucho y ya me conozco, a vos todavía no.
Nunca tuve la oportunidad, solo nos cruzamos,
siempre te saludo levantando una mano.
Sonrío, no sé si te das cuenta. Levanto la mano y sonrío. Y quiero invitarte un café.
También significa eso. Todo junto.
Es difícil porque no hablamos nunca y no tomo mucho café.
Es parte del mundo semántico.
No quiero ni siquiera tomar un café,
invitarte un café persigue otro significado.
Si quisiera un café podría tomarlo ahora.
O mañana, en cualquier momento.
Insisto:
quiero invitarte un café.