Los lunes no existen.
Y puedo afirmarlo, reafirmarlo y defenderlo.
No me vengas con el calendario gregoriano ni con esa sensación de angustia que te dan los domingos por la tarde.
No me vengas con que odiás a quien denominaron el primer día de la semana.
Y si no querés creerme, te propongo un juego:
Vamos a hacer de cuenta que la semana comienza el martes. Supongamos que después de cada domingo estamos nuevamente casi a mitad de semana. Bien, te aseguro que te vas a quejar igual.
Porque de todas formas aunque sea martes el primer día, o miércoles, o jueves, vas a tener que apagar el despertador temprano, tomar el transporte público o tu vehículo y acercarte a cumplir esas horas que son las que no te llenan, las que no te generan un impulso diferente del que te brinda el viernes por la noche o el domingo al mediodía. No odiás ningún lunes porque no existe tal lunes, es solamente la manera que encontramos de definir un momento. Pero ese momento en sí, no es malo.
Lo que sí es malo, es ir cada día a ese lugar donde no querés estar, haciendo lo que no querés hacer, dándole una sonrisa a quién no tenés denasiadas ganas de sonreír.
Entonces no odies el lunes.
No odies algo que no existe.
Más vale, dale un poco de amor a eso que sí está presente, y tiene forma y vida. Date amor y vivilo mejor. Porque aunque sea necesario, no tiene por qué ser tortuoso.
No dejemos existir el lunes.