Escribo sin géneros, sin rimas, sin docentes, sin nortes, sin garantes, sin argumentos, ni paisajes.
Imagino escenarios que no tienen ningún nombre, ni espacio, no son imperio, ni colonia.
Personajes sin caracter, sin ojos, con sus manos, pero casi sin acciones ni modales.
Puedo crear parodias, tragedias, mounstros y faisanes, pero no poseen ruinas ni victorias.
Tengo en el pecho un sinfín de pulsaciones, un rio de creaciones, un oceano de inventio.
Manos de mecanógrafo, el estilo vanguardista, de los clásicos sus tópicos, desde adentro la poesía.
Sé de cuentos y relatos, de la lírica y tragedias, narrativas y comedias.
Vuelvo a veces al pasado, redacto sobre el presente y visualizo un porvenir magnánimo.
Soy un signo, un escriba, la conciencia, el lenguaje, la cultura, el humano.
Este mundo que creamos mientras yo lo escribo y usted lee, es el fin del sinsentido,
el desafío a lo infinito, el universo de un ser vivo, la explosión del origen hacia el caos.