La brisa del mar salada y refrescante,
el último día caluroso de verano.
Los ojos más hermosos que haya visto,
antes de mirar para otro lado.
Me duele tu belleza, tu cariño, me duele
no poder enamorarme como un niño.
Quisiera escribirte estas líneas y decirte
que el amor es un Posible, sin delirio.
Pero el amor precisa ser locura, ser alarde,
ser falta de cordura, ser tormenta
y tu bello rubor solo complace
la tranquilidad de un previsible buen romance.
Quisiera ser distinto, ser tan simple,
como los versos de Machado, o de Quevedo,
y no ser un mal ejemplo de lo humano
como la rúbrica prosa del antiguo Fedor.
Quisiera ser quietud cual cuento breve
y no la novelística trama de algo extenso,
pero la mar, los ojos y las ansias
a veces sobrepasan lo prohibido,
y me niego a quedarme donde vive
la tragedia del amor correspondido.