Te conocí enigmática y esquiva,
desentrañé de a poco tus misterios
y le quité el velo a tus miradas,
me quedé con tus ojos fijos
tan quietos, inmóviles, ahí mirándome
cómo adivinando lo que siento, lo que pienso.
No supe qué hacer con todo eso,
no supe cómo manejar la rutina
de lo extraordinario y más tarde olvidé
que tu sonrisa no es para cualquiera,
que tus abrazos son como un milagro
y que tus besos son extraordinarios.
Me olvidé de escribir sobre tus sueños,
me olvidé de escribir sobre los míos
y entre tanta realidad agoté mi prosa.
Olvidé leerte cuentos y poesía,
te abordé con basura dialéctica
y dejé de sorprenderme a cada día,
porque me acostumbré a recibirte tanto
a recibirte entera y no dejar algo de enigma.
Quizás ese fue tu error, ser demasiado huracán
para quien apenas con la brisa se conforma.