A veces me descubro contento y me sorprendo,
me veo al final de un divertido partido de fútbol
o cuando termina un satisfecho día de semana,
o después de cuatro o cinco mates, pero también
con cosas chiquitas como galo metiéndose
debajo de las frazadas así agachado y todo chiquitito.
Me río y digo por qué a veces cuesta tanto
darse cuenta, reconfortarse, ser feliz en las cosas pequeñas.
A veces me acuerdo de cuando era chico
y el olor a cuero, el taller de papá, el olor a cigarrillo,
no digo que me ponían contento, pero me hacían
de alguna manera sentirme seguro y en casa,
y reconfortarme y ahora me sorprendo cuando
esa sensación está ahí cerquita, al lado de la cama,
metido entre los yuyos junto a la bombilla,
o agazapado hecho un bulto bajo la frazada,
y me ronronea y me dice que ahora el hogar es ese,
el que te llevaste a cuestas y construiste vos mismo,
con tus propios recuerdos, con una carrera a cuestas,
entre cuentas y horarios, y nuevas personas,
y te descubrís contento porque te emocionó una peli,
o te llegó profundo el sentido de una serie
o después de tanto un libro vuelve a sorprenderte.
Y estás ahí agazapado bajo la frazada con un mate
y vuelve a lo lejos el olor a cuero
y papá ya no está en el taller, y tampoco fuma,
y todavía estás contento porque podés darle un mate
y decirle "mirá el hogar que supe construir. ¿Te gusta?
Es chiquito, pero cada tanto me sorprende contento".