El día está a punto de terminar y me miro las manos, también me miro los brazos,
recorro mi cuerpo desesperado a ver si hoy me dejé alguna cicatriz y no. Y no.
Entonces, un poco angustiado voy y reviso las heridas de hace mucho, las inspecciono bien.
Me gusta, por ejemplo la primera. Me la hice de chiquito, me da como ternura porque...
Ay... acá hay otra. Esta sí que costó cerrar. Más abajo hay una que todavía sigue latente.
Me pica la nariz y los ojos, me detengo un segundo. Me dejo doler en silencio.
El día termina y hoy no tengo cicatrices nuevas, pero tampoco sané todas las que tenía;
¿y como hago si mañana me muero y no son suficientes? ¿cuántas cicatrices valen una vida?
¿cuánta vida vale una cicatriz? ¿las chiquitas son suficientes?
Tampoco quiero una que me atraviese el cuerpo. No quiero un cuerpo hecho herida.
No quiero ver la vida como una desgracia. Así está bien.
Me tenía que haber esforzado un poco más hoy. Quizás no sentí lo suficiente.
Si esta semana termino sano, me va a tocar remover esta del pecho, no sea cosa que deje de sentir.
Y que mañana me muera y no sean suficientes.
A veces, cuando me miro las manos, me miro los brazos y las piernas, y veo que me excedí un poquito
agarro la máquina y empiezo a escribir. Hago trampa.
Porque después las cicatrices duelen un poquito menos, sanan un poquito más,
a veces hasta le duele a otro despistado que tuvo la desgracia de leerme. Me aflijo.
Porque tampoco es cuestión de andar lastimando gente para alivianarse un poco, ¿no?
El día está a punto de terminar y otra vez hice trampa. Encima hoy no me hice cicatrices.
No dolió para nada haber estado tomando mates en la cocina, jugar con Galo,
leer The Baqueano´s Blues o dejarme llevar por la música de Javier Robles.
Puedo ser justo y decir que hace unos diez días no daba más de dolor;
así que merezco un poco de descanso y escribir sobre las cicatrices de antes y de ahora.
Total el día está a punto de terminar, mi vida espero que no.
Espero tener más cicatrices así entre las chiquitas y las grandes puedo decir
que mi vida fue un soplo de existencia
que valió la pena.