El punto anterior a la ebullición es siempre una espera tardía que nunca llega,
cada elemento consigue llegar a este punto en diferentes instancias,
cómo cualquier conjunto de átomos mi alma llega a escribir de la misma forma;
sin avisos, ni premoniciones, con espera, de idas y vueltas al teclado,
de idas y vueltas a los retrocesos del futuro y las sorpresas del pasado;
cuando inocentemente uno intenta adelantar el proceso se queda ahí anclado,
y sólo se adelanta la ansiedad que recorre las palabras atropelladas contra sí mismas,
mudas, escuetas, insignificantes, sin respuesta, sin afirmación ni censura,
sin alma, ni cuerpo, ni materia, ni voluntad de decir ni de hacer,
tampoco aparecen sintagmas, paradigmas, contextos, manifestaciones, figuras;
y la mente indaga las sensaciones del cuerpo que todavía no transmite lo que siente,
y el cuerpo sostiene una mente que no advierte demasiado bien todos los sentidos;
y la lengua muerde un sinsabor a angustia,
y las manos escapan al tacto de los estímulos,
y los oídos se aturden de puro silencio,
y hay olor a todas las rosas que nunca pudiste sentir
porque se marchitaron en el afanado intento
de traerlas a la fuerza, y ya no se ve siquiera el presente,
ya no se ve el presente porque se conmueven todos los sentidos
ante el inminente punto anterior a la ebullición:
El momento exacto en que la búsqueda termina y alguien alcanza a escribir.