Así era el título del libro de Carmen Kurtz que leí alguna vez y que nunca iba a olvidar. ¿Paradójico no?
Una novela que versaba acerca del olvido. Ese mismo que hoy tu desinterés y evasión me hacen sentir en las venas.
Esas venas que latieron como nunca, cuando llegué en un larga distancia, a abrazarte con el corazón aturdido, dos o tres veces por semana, dos o tres veces por año. Ya no estoy seguro.
Tu forma de actuar distante y distinta, dos palabras casi idénticas, pero tan contrarias y lejanas, al momento en que te conocí y que vos me conociste.
Ese odio esquizofrénico que se esfuerza en borrarme de tu paleta de recuerdos. Que me niega en tu memoria y que me extirpa de tus huesos. Me destiñe de colores, baja cuadros, rompe fotos, quema cartas, hasta arrancarme inclusive de tus sueños.
Porque ya las realidades han cambiado. ¿Qué pasaron?: ¿5 años?, ¿25?, ¡que sean cien y levantando la roca como Sísifo..! yo no me rindo y elevando mi castigo vuelvo a subir desesperado evitando aquel abismo.
Que me quedo y sigo siendo lo que fuimos, porque es mi esencia la que clama por el sentido de quererme y de quedarme, de no abandonarme y mantenerme aquí contigo, porque mientras yo me sepa vivo, me niego a ser, en tu vasta obra, el título de ese libro.