No hay característica más humana que el egoísmo.
Quizás es por eso que pretender definir el concepto que deambula ahora por mi mente se figura como idílico.
De pronto, es esta la explicación más sensata que hallo ante la página en blanco:
La describo y escribo como la capacidad innata de procurar el bienestar de terceros incluso cuando nos lastiman. La búsqueda de la paz allí mismo donde se gesta la guerra contra nosotros. Un mártir sacrificio contra los términos de nuestra supervivencia. La batalla que libramos pasionalmente en nombre de un rey al que no veneramos. El anhelo empedernido que se define por los ciegos deseos de la sinrazón. La coyuntura basada en la lógica de sabernos desvariados. La rebeldía de aceptarlo todo sin importar nada.
¿Qué otra cosa es el amor si no la menos humana de las sensaciones?