Te extraño.
Me gustaría volver a ver el arte desbordando de tus ojos. Explicando la literatura de algún autor francés.
O la manera en que describías a Don Julio y a sus fotos extravagantes.
Siempre me gustó el entusiasmo de tu voz, la manera en que parecías apurada para que no se te escapen nunca las palabras justas.
Podía estar horas escuchándote y esa es la parte que más me duele, elegir el silencio.
No sé cuánto más dure esta ausencia.
Muchas veces me propuse dejar de escribirte, pero cada vez que puedo vuelvo.
Porque nunca fue tan extraordinario un café. O una charla.
Nunca me sentí tan vulnerable. Tan admirado de alguien.
Me vi a mí desde la perspectiva de tus ojos. Me vi diminuto, vacío.
Nunca pude leer aquel libro que me recomendaste. Tuve miedo.
Miedo de nunca olvidarte, de regresar a vos una y otra vez.
Y la misma intensidad con la que evito todas tus esquinas
es con la que me doy la vuelta esperando encontrarte en mi camino.
Nunca supe seguir andando.
Nunca dejé de extrañarte.