A veces, escapar no significa huir. Y esto no es una hermética defensa medieval contra cualquier argumento de cobardía que quiera derrumbarnos.
Es que hace algún tiempo me encontré con que es la mejor estrategia para evadir batallas que podrían hacernos perder una guerra.
Y nos fastidiamos, porque cerrar los ojos para dejar de prestar atención nos confunde, viéndonos a nosotros mismos como seres egoísta que se disfrazan para sobrevivir.
Raramente, cada vez que ofrecí el silencio no me regatearon mucho más. Quizás un saludo. Quizás un sueño o una promesa. Pero entendía que ya no podría cumplirlas, porque no era la misma persona que había tomado aquella iniciativa en el pasado.
Desarrollé una capacidad extrema de "irme". Y eso no quería decir que no podía llegar fácilmente a otro lugar. Al contrario, saberme libre de poder ir y venir sin ataduras, me imbuía de una capacidad de aparecerme ante los ojos de cualquiera, de aprender sus historias y narrarle mis cuentos, para luego continuar adelante sin sentirme estafador ni vencido.
No estoy seguro de aquella frase "decir adiós es crecer" porque moverse no es lo mismo que avanzar. Puedo, en cambio, asegurar que en el lugar donde ya no quieras o necesites irte, ahí puedes comenzar a quedarte, y esa, puede ser la mayor demostración de cariño.