"¿Tengo la nariz roja?" dijiste
y me mirabas, absolutamente distante
y con un brillo en los ojos que no adivinaban mi encanto.
"Es que cuando hace frío mi nariz se pone muy roja".
Juro que intentaba pensar en algo más que no fuera el brillo de tus ojos,
pero estaba helado, y seguramente un poco rojo,
no sé si como tu nariz. Me parece que dije que no.
Y te reíste, y en ese momento no necesité nada más.
Ni otra salida, ni un beso, ni que llegara el bondi
(que ya se estaba demorando bastante).
Ahí mismo no quise nada más, ni hacia atrás ni hacia adelante.
Porque mi presente estaba repleto. Mi corazón desbordaba.
Mi pasado no pesó después de años de desarmarlo.
El futuro siempre incierto tenía aires de liviandad.
Se terminaron ahí mismo mis intentos por conquistarte,
porque me conquistaste por completo.
Bastó una risa y una pregunta simple. Nada de planes,
ni de chocolates, tampoco estrategias interminables.
Una mirada de reojo, tu bufanda protegiendo levemente tu boca,
unos ojos llenos de vida y las manos en los bolsillos.
Ahí mismo mi incapacidad de pronunciar una sola palabra.
Todo se desmoronó por completo.
En adelante nada iba a tener sentido, porque se acabó la guerra:
La conquista, el final y una sola baja