Un punto fijo inmóvil no quiere detenerse
una bruma se instala justo detrás de la sien
silencioso humo en los sórdidos oídos
la involuntaria tratativa de comprender
lo inabarcable. Desestabilización.
Manos que se toman fuerte, y son como plumas,
no se sostienen, no se aguantan, se desarman,
son manos de vapor que atraviesan cada objeto,
y los brazos de algodón, la cintura hecha de nubecitas,
las risas son chiquitas como hormigas rojas,
pero que no pican, solamente caminan en círculos,
y el calor nos abraza y nos dice que nos quiere ahí,
justo en el punto inmóvil
que únicamente se fija con los ojos cerrados,
entonces los colores se derraman, se mezclan y son pasteles,
pero no son dulces, si no ciruelas, son muy ciruelas,
y puedo lamer el silencio con los párpados.
Me despierto en un baile de latidos,
pero no estoy agitado porque las piernas
están separadas del torso, y es que mi panza
es una suave brisa por dónde no pasa más que el aire,
y el tiempo no pasa porque se descansa
al lado del reloj que duerme una siesta
entre almohadas de deseos
y turrones y gomitas que trajimos del país de Alicia
antes de que se haga tarde, y sea su no cumpleaños,
y la reina batata se precipite sobre lo que sucede
cuando vamos detrás de un conejo
que lo gusta esconderse y correr
en el País de las Maravillas
entre nubes y algodón.