Ser macho es una fugacidad, es un hecho fortuito.
Así como el lobo envejecido cede su lugar al joven fuerte de la manada, así la suerte del macho se acaba cuando llega el momento de la realidad.
Ser macho es una fantasía del momento, porque más tarde es el turno de otro que puede ejercer la violencia un poco más fuerte. O de otros. O de otras.
Porque cuando ellas se juntan no hay macho que dure demasiado. Se apagan, se desvanecen y muestran lo que en realidad son: cobardes.
Porque el ser macho además de una situación efímera y fortuita es una capa que no deja ver lo que en realidad el macho es.
Un globo inflado de violencia y prepotencia que se pincha con un poco de justicia, se descompensa: Lo vimos todos.
El macho en realidad tiene miedo, tiene mucho miedo, y por eso arremete, para que nadie dude de lo que es en verdad, una farsa, una ilusión, un conjunto de machitos o un conjuntos de puños, que se terminan ante la fuerza de la organización.
Una sociedad organizada, unas pibas, unos padres, una comunidad que se planta y que mira a los ojos del macho y le dice "no te tenemos miedo".
Y el macho no puede hacer nada porque su única herramienta era el terror.
Nada pega más fuerte que la verdad.
Y el macho desnudo no sabe que hacer y se victimiza.
Porque su tiempo de violento y prepotente se esfumó en el aire.
Entonces el macho desaparece y muestra lo que es en realidad. Un cobarde al que se le acabó la suerte.